Jóvenes Cristianos, Brooklyn NY.
Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones. (Ef 5:19)
Este viaje ha sido una travesía profundamente emocional. En primer lugar, por el sacrificio de dejar a mis hijas al cuidado de mi esposo, sabiendo que no podría abrazarlas ni escuchar sus voces por unos días. Esa distancia, aunque breve, se sintió como un recordatorio del amor que me espera en casa.
En segundo lugar, porque viajaba con mi papá, y eso avivó un caudal de recuerdos de mi infancia—las veces que tomábamos caminos similares, con el corazón dispuesto a servir al Señor. Cada paso junto a él me recordó que el llamado divino trasciende generaciones, y que hemos sido privilegiados al participar una vez más en esta obra maravillosa.
Otro factor que marcó este viaje fue el inmenso cariño recibido por parte de nuestros hermanos en la fe. Nos acogieron con una atención tan especial que sentimos el calor de una familia extendida, tejida por la gracia de Dios. Escuchamos testimonios que resonaron en lo más profundo: relatos vivos de cómo la misericordia del Señor jamás abandona a Su pueblo, y cómo—sin importar la distancia o el contexto—Su mano sigue obrando milagros.
Desde lo más profundo de mi corazón, les envío un afectuoso saludo a todos los hermanos de aquel lugar. Que Dios los continúe bendiciendo abundantemente, y que sigamos siendo instrumentos de Su amor.






