Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre (Ap 1:5)
Celebrar el 105 aniversario de una iglesia tan especial fue una actividad llena de bendición. Este logro es fruto de la gracia y misericordia de Dios, y del esfuerzo constante y el amor profundo que cada hermano ha dedicado a la obra de nuestro Señor Jesucristo. En estos 105 años se refleja la fidelidad del Señor y el compromiso de una comunidad que ha perseverado con fe.
Además, fue un viaje muy significativo para mí, ya que esta vez tuve la dicha de compartirlo con toda mi familia. Aunque normalmente viajo con mi esposo, en esta ocasión mis hijas también me acompañaron, lo que hizo la experiencia aún más especial.
Que Dios bendiga a cada uno de los hermanos que han sido parte de esta hermosa historia. ¡A Él sea toda la gloria!
